septiembre 23, 2006

La Soberbia

Aquí la mujer que se impone. Su presencia no pasa desapercibida.
Mientras llevaba a cabo la serie de los paraguas (algunos exhibidos por la galería De Santi, Buenos Aires) rondaba en mí el personaje femenino que aconteció en este cuadro, más no tenía claro como sería ella y su entorno. No me refiero a las facciones sino a su actitud. Necesitaba explorar una figura que se demostrase a sí misma con cierta prepotencia y que me diera la sensación, a la vez, de atractiva, distante e inalcanzable. Las causalidades (en vez de casualidades) hicieron que en esos días leyera un artículo teatral de Broadway donde se destacaba un personaje, basado en "la loca Meg" quien era capáz de crear su paisaje a medida que caminaba. Fue el chispazo que me faltaba para sentir el entorno de la figura que componía. Ocurrió entonces el clima de la pintura.

La loca Meg tiene su historia, Dulle Griet personaje popular en Flandes, personifica la avaricia extrema. En el cuadro de Bruegel de 1562, se apodera de platos y sartenes de casas ajenas. En el siglo XVI, la mujer se encontraba absolutamente oprimida. Privada de todo derecho, el padre y su marido disponían de sus bienes. Comadronas y mujeres sabias fueron las víctimas más corrientes de "la caza de brujas". Se oprimía a la mujer considerándola inferior, menos perfecta por haber nacido después del hombre y heredera de las cualidades de Eva: de naturaleza antojadiza, voluble y astuta... de ahí por resultado la imagen deprimente en aquél cuadro. En el caso de La Soberbia revertí esa imagen al modelo de cierta mujer idealizada.

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